Coquetean los gametos en una danza erótica, desafiando guapos a la Nada misma. Es por mandato divino que se animan.
Exentos de culpa interpretan sigilosos la Première Rhapsodie: la de la vida; y en un instante casi imperceptible, fecundan tiempo, espacio, cielo y luna. Gestación caótica que apresurada se expande en cosmos y maravilla.
Es verdad que el hacedor de Todo apresuro las letras, no quería estar más solo. Imaginó un universo útero, cavidad infinita, matriz del mundo que parió a sus hijos. Ellos, robustos; ellas, sensibles y bellas.