Anida en ese sillón de la esquina, la infinita planicie de un eclipsado mortal. Fue el tiempo que enmudeció el deseo ferviente de socializar.
¡Qué desvinculado destino hilaste, vieja y envidiosa Parca!
De luto están las palabras que nunca pudiste sacar. Los veías correr y querías estar. Temblaban tus labios, brillaban tus ojos y sin embargo, no te animaste a hablar.
¡Qué introvertido destino hilaste, vieja y envidiosa Parca!
Barbarie sexual que contaminó tu ser, insaciable sed animal de quererla tener. Y no entendiste porque, petrificados quedaron tus dedos ante esa mujer.
¡Qué retraído destino hilaste, vieja y envidiosa Parca!
¿Acaso no ves, maligna vieja, lo sensible que es?
¿Acaso no ves, envidiosa Parca, el cansancio en su piel?
¡Qué desvinculado destino hilaste, vieja y envidiosa Parca!
De luto están las palabras que nunca pudiste sacar. Los veías correr y querías estar. Temblaban tus labios, brillaban tus ojos y sin embargo, no te animaste a hablar.
¡Qué introvertido destino hilaste, vieja y envidiosa Parca!
Barbarie sexual que contaminó tu ser, insaciable sed animal de quererla tener. Y no entendiste porque, petrificados quedaron tus dedos ante esa mujer.
¡Qué retraído destino hilaste, vieja y envidiosa Parca!
¿Acaso no ves, maligna vieja, lo sensible que es?
¿Acaso no ves, envidiosa Parca, el cansancio en su piel?