Un día, sin que te dieras cuenta,
se te congeló la sangre
y el lenguaje se quedó huérfano en tu garganta.
Un día, sin que te dieras cuenta,
comenzaron a sangrar las piezas de tu juego,
abatidas por la ignorancia.
Un día, sin que te dieras cuenta,
la ambición colonizó tu mirada,
la ambición colonizó tu mirada,
y ya no te importó detener la hemorragia,
de ese mar de voces,
que allá abajo naufraga.
No hay comentarios:
Publicar un comentario