Emerge una especie de ruptura interna que enceguece la mirada. Ebullición sanguínea que retuerce el cuerpo y lo trastorna, es reflujo amargo que descorporaliza y desconoce el yo. Por dentro, germina un desorden sentimental que disocia el alma y desvanece la objetividad. ¡Quema en las venas tanta vulnerabilidad!
Sin preveo, se engendra en el vientre rancio, Eris*, y brota un ser instintivo, fiera latente que no responde al amor. Resignados, preparan los ángeles, la misa de Réquiem, a ese hombre amable que lento se pierde en las garras de Fobos y Deimos**.
Sangrienta lucha se libra en su interior, metamorfosis inconsciente que lo arrastra hasta el límite del más hondo dolor. Deja atrás a ese ser marino de aguas calmas para reventar colérico en furia y terror.
*En la mitología griega, diosa de la discordia.
**Hijos de Ares, hermanos que representaban el terror y el odio.
Ah, qué hallazgo este blog.
ResponderEliminarTe voy a dar a leer un libro de Mujica.
Me muero por leer ese libro
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