jueves, 10 de septiembre de 2009

LABERINTO





Como no sentir la resistencia a entrar en el laberinto, si este cuerpo esta moldeado, educado por El, por ella, por todos esos. Pero un hipnótico canto me arranca de la tierra y me muevo. Y con cada movimiento se resquebraja la corteza y fluyo. Y en ese fluir me descubro. Nace tímido un yo que no sabía que era yo.

No busco la salida, soy el ónfalos del Laberinto; por eso lo vivencio, lo transito. Y en ese transitar te encuentro a vos que no bajas la mirada, y a vos que te escondes, y vos que te escapas. Y esta soledad ya no está sola, y este espacio ya no es sólo mío.

Me mezclo, me confundo con esos cuerpos en un latido incesante. Somos el corazón amorfo del Laberinto. Corrente sanguínea que habita vertiginosa tus calles para darte vida, Laberinto.

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